jueves, 30 de enero de 2014

Amar en tiempo de refranes

Selfportrait, de Ernst Ludwig Kirchner

Querida Carlota:

Como el que no llora, no mama y el que no se arriesga, no pasa la mar, me dirijo a usted para expresarle mi amor. No le he escrito antes porque aunque es sabido que al que madruga, Dios le ayuda, también es cierto que no por mucho madrugar, amanece más temprano. Bien sé que en boca cerrada no entran moscas y que no se ha hecho la miel para la boca del asno, pero me atrevo a esperar alguna contestación de su parte, pues aunque dicen que el buey solo, bien se lame, yo prefiero pensar que cuando dos se quieren, con uno que coma basta. Si su contestación es afirmativa me alegraré mucho porque al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija y dime con quién andas y te diré quién eres.

Comprendo que no me dirá que sí de pronto porque Zamora no se ganó en una hora, pero sepa usted que si me encuentra feo, el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso, y si me encuentra delgado, más vale poco y bueno, que mucho y malo.

A su mama no le dirá nada, porque loca es la oveja que con el lobo se confiesa, a su hermano puede decirle algo, porque un lobo a otro no se muerden y cada oveja con su pareja, pero que no se enteren mis amigos porque secretos entre amigos son del viento, y de amigo discreto no queda ni amigo ni secreto.

Si me diera usted calabazas podría presentarme quizás a alguna de sus amigas, porque ya sabe usted que a falta de pan, buenas son tortas y así nunca será tarde si la dicha es buena, que más vale llegar a tiempo que rondar un año y hombre prevenido vale por dos.

Querida mía, no demore usted la respuesta pues el que espera, desespera, aunque si pasan demasiadas horas sabré de su negativa: a buen entendedor pocas palabras bastan y entonces lloraré rápido mi pena, pues amar es tiempo perdido, si no se es correspondido.

Este que lo es.


lunes, 27 de enero de 2014

La insoportable levedad de las palabras

Una sibila, de Velázquez

No es la primera vez que se prohíbe el uso de una palabra, ni será la última, pero esta ocasión, en pleno siglo XXI, me llama poderosamente la atención. Me refiero a ese anteproyecto de ley que ha aprobado la Comisión Ministerial de Legislación del Gobierno israelí en el que se prohíbe la utilización de la palabra "nazi" u otros apodos afines a esta ideología. ¿La razón? El incremento de su uso en el lenguaje político.

Sería el caso de una de esas palabras que se desgastan con su uso y que los judíos no quieren que se desgaste. Desgastar equivaldría en este caso a banalizar, vaciar de contenido su significado, en resumen, ofender a las víctimas del nazismo, según los promotores de la ley.

En este anteproyecto de ley, el uso de la palabra "nazi" estará penalizado con hasta seis meses de cárcel y multas que podrán alcanzar los 21.000 euros.

Pero ¿es una buena reacción prohibir el uso de una palabra? Yo creo que no, antes de prohibir a una sociedad usar una palabra hay que reflexionar sobre sus consecuencias y, sobre todo, hay que pensar que los demás son adultos y tan inteligentes o más que nosotros, algo que a menudo olvidan los políticos.


jueves, 23 de enero de 2014

¿Existen los sinónimos?

Self-portrait, de Ewan McClure

El tema de los sinónimos es un tema controvertido en lingüística. Algunos especialistas afirman que no existen mientras otros elaboran completos diccionarios de ellos. El Word, sin ir más lejos, tiene una valiosa tecla que despliega una lista de sinónimos que nos rescata cuando no se nos ocurre cómo no repetir una palabra.

Los lingüistas que niegan la existencia de los sinónimos basan su teoría en la afirmación de que si existieran serían un lujo del lenguaje, un sobrante en un sistema que está basado en la economía. Si varias palabras significan lo mismo, ¿para qué las necesitamos?

Pero los sinónimos, aunque a menudo parezca lo contrario, no tienen el mismo significado. Uno va al oculista pero no al oftalmólogo, aunque se celebra un Congreso de Oftalmólogos pero no uno de Oculistas; por lo tanto, aunque el mismo profesional sea designado tanto como oculista como como oftalmólogo, las palabras se usan en contextos diferentes. ¿Se refieren a lo mismo? Sí. ¿Son intercambiables en cualquier contexto? No.

Otro factor que hace preferir una palabra a su supuesto sinónimo es la situación. No hablamos de la misma forma entre amigos o en el momento de impartir una conferencia. Si estamos en casa viendo terminar un programa de televisión y queremos decir a los niños que es hora de irse a la cama podemos decir tranquilamente: "se acabó lo que se daba", pero nunca diríamos esto al fin de un banquete protocolario para indicar a los comensales que es hora de abandonar la mesa.

Según algunos lingüistas los únicos sinónimos que existen en castellano son las formas del pretérito imperfecto de subjuntivo, saliera o saliese, fuera o fuese, estuviera o estuviese... ¿Un poco demasiado extremo? Probablemente, como en todo, la solución no sean el blanco o el negro, sino el gris. Un gris como el que hoy tenemos en San Sebastián: nubes, lluvia, asfalto... todo gris, apagado, anodino (no, me parece que no son sinónimos).

viernes, 17 de enero de 2014

Jugando

Jardín en la rue Cortot, de Pierre Auguste Renoir

Seguro que todos hemos tenido la oportunidad de ver un niño de meses cuando, fascinado, empieza a emitir sonidos, farfulla primero y parlotea después por el puro gusto de oírse. El lenguaje no es sino música para él, repite una y otra vez el mismo sonido en un juego en el que imita el tono de los adultos que le rodean mucho antes de aprender a pronunciar las palabras.

El juego sigue estando en la lengua cuando el niño crece porque el ser humano está diseñado, entre otras cosas, para el juego, para lo superfluo. Comemos por necesidad, pero cocinar puede ser un juego; hacemos el amor, pero el erotismo es un juego; hablamos para comunicarnos, pero jugamos con las palabras.

El juego combina la libertad y las reglas, como hace el lenguaje. La lengua es un juego en el que también se pueden hacer trampas: se puede uno inventar una palabra o utilizar otra en un sentido diferente del que tiene: "Uno bebe demasiado y luego... mea culpa", por ejemplo.

La rima, la repetición, la aliteración (repetición de consonantes), la asonancia (repetición de vocales) son formas de jugar con las palabras. El juego con el significado es el acercamiento inesperado de palabras extrañas, la explotación hábil de la sinonimia, la utilización de la ambigüedad bajo todas sus formas.

Si lo pensamos bien estamos todo el día entretenidos con las palabras: hacemos crucigramas, contamos chistes (la mayoría aluden al doble sentido de las palabras), vemos Pasapalabra, y jugamos a Apalabrados en el móvil.

La creatividad de este "animal racional que habla" disfruta jugando con las palabras desde que puede pronunciarlas.

miércoles, 15 de enero de 2014

Se nos gastan las palabras

Habitación de hotel, de Edward Hopper

Las palabras deberían ser nuevas en cada boca porque a fuerza de usarse sentimos que se nos gastan. He podido comprobarlo estos días cuando familiares y amigos querían decirme cuánto sentían la muerte de mi madre y no encontraban las palabras adecuadas. Algunos me miraban con indecisión, otros con pesar, a otros podía verles buscar con ahínco una fórmula que expresara un sentimiento real, unas palabras distintas de las tan usadas "te acompaño en el sentimiento" o "no sabes cuánto lo siento".

Hay quien dice que prefiere no decir nada porque repetir una frase hecha les hace sentirse absurdos, pero lo cierto es que "te acompaño en el sentimiento" es una fórmula de pésame que está muy bien diseñada. Los amigos, la familia te acompañan en el momento de tristeza que estás pasando, te expresan que no pueden sentir lo mismo que tú pero que están a tu lado en esos momentos. Y yo, la verdad, me he sentido acompañada y confortada.

Muchas gracias a todos, a los que habéis puesto esas palabras en vuestra boca y a los que me las habéis expresado con un abrazo porque hoy "mi soledad se siente acompañada".

jueves, 9 de enero de 2014

Un poco de historia

Adam Beeby, the Artist, de Euan Uglow

Las primeras reflexiones que los lingüistas se hicieron sobre el lenguaje pusieron de manifiesto la relación de éste con el pensamiento, hasta el punto de que el lenguaje fue definido como la expresión de nuestra mente.

El ser humano, animal racional al fin, inventó el lenguaje para expresar sus ideas mediante sonidos que se combinan formando palabras, las cuales a su vez constituyen oraciones. Este proceso externo se correspondía con otro interno, el de la transformación de las ideas en conceptos. Pienso con palabras, luego las palabras encierran mi pensamiento. 

Los enciclopedistas franceses (1755 más o menos) definían la lengua como "el conjunto de usos propios de una nación para expresar los pensamientos por medio de la voz", con lo que se pasaba del concepto genérico del lenguaje al concepto particular de una lengua nacional determinada.

El gran Saussure (1916) puso el acento en una palabra, sistema, que pasaría a ser un concepto clave en los estudios lingüísticos de nuestra época: una lengua es un sistema de signos distintivos, un conjunto estructurado que depende de las relaciones de los elementos que lo forman, y en el que una serie de sonidos se combinan con una serie de ideas. Esta definición marcó un antes y un después en la lingüística.

En 1921, Sapir ofreció un nuevo enfoque: introdujo el término comunicación al considerar el lenguaje un medio de comunicación que utiliza un sistema de símbolos. En lugar de fijar su atención en la teoría del conocimiento y en la lógica, los lingüistas lo harán ahora en el funcionamiento del proceso de comunicación, sus tipos, elementos y funciones.

A partir de Saussure y Sapir el lenguaje se puede definir como un sistema cuyo objetivo esencial es la comunicación, es decir, la transmisión de un mensaje. Reparen ustedes en que decimos objetivo esencial, que no único.

Otro día hablaremos de la revolución que supuso Chomsky.


lunes, 6 de enero de 2014

Palabras exactas como panes calientes

La piscina, de Clara Gangutia

"Le volvieron a la memoria las palabras de su madre cuando horas antes había hablado con ella por teléfono. Se hubiera dicho que hasta que no pasaba un tiempo, no eran aún las palabras exactas, la exacta realidad de todo, que demasiado cerca de palabras y hechos, ellas y ellos conservan aún el calor de la nacencia, como el calor de la madre que las concibe, la madre Historia, la madre Lengua, y que son como panes calientes que hacen daño, y que hay que dejar asentar. Y así recordó que lo que su madre entre sollozos le dijo fue, hijo, os llevaba a todos en el corazón, aunque no supiera expresarlo".

Andrés Trapiello: Siete Moderno