viernes, 27 de junio de 2014

El niño que surgió del frío

Balalaika Player, de Nikolay Bogdanov-Belsky

Durante cinco años, nuestra casa tenía un miembro más en verano: Iván. Era un niño delgadito, rubio y de grandísimos ojos azules que venía de Chernóbil. El primer verano tenía 8 años y era una guindilla con ojos. Cuando llegó no sabía una palabra de castellano y nos entendíamos por señas. Teniendo en cuenta lo listo que resultó ser, no sé yo si no habría aprendido castellano en los dos primeros días y el resto del tiempo no se dedicaría a pasárselo pipa viéndonos hacer más gestos que un mimo.

Iván nos dejó muchas cosas y entre ellas sus propios giros del lenguaje, expresiones tan suyas que dejábamos de corregírselas porque nos gustaban mucho. Tanto es así que todavía hoy, cuando con este son ya tres los veranos que ha dejado de venir, en casa decimos ¿es qué es?, por ¿esto qué es?, ¿nónde tú?, para preguntar dónde estabas o dónde habías estado. La 'f' le resultaba imposible de pronunciar según entre qué letras y siempre decía ¿qué hafes?, cosa que en casa repetimos así de incorrectamente.

El que fue su último verano con nosotros se puso muy enfermo y ya no ha podido volver a viajar, pero seguimos hablando con él por Skype, por teléfono, chateamos, nos escribimos y siempre está con nosotros cada vez que maltratamos el idioma o, mejor dicho, lo hacemos nuestro con expresiones que inventó Ivan. Va por ti, Marchenko, de Gemaska.


lunes, 23 de junio de 2014

Idiolecto

Maggie, de Sue Rubira

Idiolecto, proviene del griego idios (propio, peculiar) -misma raíz de 'idioma' e 'idiosincrasia'- y leksis (lenguaje) y se refiere a esa forma particular de hablar de cada uno de nosotros. Casi, casi nos entenderíamos antes diciendo que es eso que nos molesta del hablar del otro. La forma peculiar de repetir la misma palabra: "Hoy hace un tiempo fantástico, el solomillo estaba fantástico, vimos un paisaje fantástico"; las muletillas, ese "¿no?" al final de cada frase; la pronunciación, ¿no tienen ustedes algún amigo que dice "conceto" y no "concepto"? Pues el conjunto de esas características es el idiolecto.

Desde el punto de vista lingüístico se dice que el idiolecto "está compuesto por los actos de habla recurrentes de una persona o cómo una persona usa el repertorio verbal de forma individual". No confundir con 'dialecto' que "es un sistema lingüístico considerado con relación al grupo de los varios derivados de un tronco común", definición mucho más políticamente correcta que aquella que decía que era una lengua derivada de otra. Signo de los tiempos.

miércoles, 18 de junio de 2014

Verbos defectivos (que no con defecto)

Sin título, de Sun Hongmin

También las lenguas tienen un cuarto oscuro, una caja negra, una rareza... Los verbos defectivos son una de esas cosas raras, pero raras, raras.

Verbos defectivos no son los que tienen defectos, sino aquellos que carecen de una parte de la conjugación, pueden ser regulares o irregulares y el hecho de tener una conjugación con muchos huecos se puede deber a diferentes causas, como el significado, por ejemplo, no se puede decir "yo ocurro" porque no tiene sentido.

También entran en esta categoría los verbos tercio personales (sí, lo se, el nombre no es muy habitual) que son aquellos que solo pueden conjugarse en tercera persona, por ejemplo acaecer, atañer, concernir, convenir, ocurrir, etc.

Están también los verbos defectivos de la tercera conjugación, que son abolir, aterir, preterir y unos pocos más que, aparte del infinitivo y el participio, solo se conjugan en las formas cuya base es átona (es decir, aquellas en que la desinencia empieza por i) por ejemplo, en abolir son posibles formas como abolido, aboliendo, abolía o abolirán, pero no *abolo o *abola.

Los verbos impersonales son otro tipo de estos verbos, carecen de sujeto y solo se conjugan en tercera persona del singular (además de las formas no personales). Se trata del verbo haber y de los verbos que expresan fenómenos atmosféricos (llover, amanecer, relampaguear, etc.).

Pena me dan los extranjeros cuando lleguen a esta lección.

domingo, 15 de junio de 2014

No quedan bieldos, ni barcina

Los Olivares del Monte, de Vincent Van Gogh

"Los mulos se acabaron y las cuadras están desiertas y sin rumores de piensos. Dos quedan para muestra. A los álamos blancos del Sotillo se los ha cargado el regadío porque estorbaban y el viejo Ojiblancar tiene sucesor en unos plantones nuevos y apretados que crecen que da gusto. No quedan ni bieldos, ni barcina, ni ninguno de aquellos instrumentos de verano que hacían vivas las eras. Apenas si sus nombres se conocen. En menos que canta un gallo las cosechadoras arramplan con un trigal y como quien no quiere la cosa en un santiamén no dejan caña con cabeza. Pero en las cosechadoras el canto es difícil.

"Hay muchos cortijos abandonados cayéndose. El campo se ha quedado más solo, las yerbas ignoradas tienen nombre para los herbicidas implacables, abejas y abejarucos se refugian donde pueden contra enemigos comunes, las herrizas son más que nunca lugares donde la hermosura se acoge y la libertad reina, los chaparros, ya encinas, esperan estremecidos a la primavera. Golondrinas, vencejos y tórtolas siguen tornando y anidan en olivos apartados o techos de cortijos en abandono."


Muñoz Rojas, José Antonio: Las cosas del campo

jueves, 12 de junio de 2014

La atracción de Zara

Dinner Table at Night, de John Singer Sargent

Hace unos días han abierto en San Sebastián una tienda de Zara que ha resultado ser la que más ha vendido del mundo mundial el día de su apertura y los dos siguientes sábados. ¿Qué pasa con los donostiarras? Está claro que nos gusta Zara, pero la explicación a esta desmesura está en que al gasto de los oriundos hay que añadir el de los franceses, que desde Baiona, Biarritz o San Juan de Luz cruzan la frontera dispuestos a quemar la tarjeta en Zara.

Y es que San Sebastián, tan próxima a la frontera, ha sido siempre una ciudad abierta a los franceses. Las relaciones, como las de todos los vecinos, han sido a veces amistosas, a veces de guerra encarnizada pero siempre comerciales.

La presencia francesa asentada en San Sebastián fue especialmente considerable en el siglo XIX. Numerosos comerciantes e industriales franceses se establecieron en San Sebastián atraídos por el progreso y el dinamismo que animaban la ciudad, algunos de ellos son recordados todavía hoy, como por ejemplo, la tienda de bicicletas de Comet, la fábrica de productos alimenticios Louit o la joyería Durant.

Esta presencia dejó un rastro indeleble en el lenguaje, últimamente quizá menos, pero no hace mucho era habitual decir merci, en lugar de gracias, de hecho en Zarautz, a unos 40 kilómetros de la frontera, escuché un día decir en una tienda: "Así que merci denetikan"*, una frase preciosa que en cuatro palabras contiene tres idiomas.

La siguiente coplilla integra también castellano, euskera y francés en un batiburrillo que nos indica hasta qué punto las tres lenguas eran chapurreadas por los habitantes de Donosti:

"Muxiu Angulé / batian parlez vous / en campaña no ha habido / un muxu como tú". La coplilla está en castellano, euskera y francés y es profundamente irónica. Su traducción es: "Señor de Angulema / una vez dijiste / que en campaña no ha habido / un semblante como el tuyo".


* Así que gracias por todo.

domingo, 8 de junio de 2014

El rey desaforado

Felipe IV en Fraga, de Velázquez

Escucha una la expresión "el rey desaforado" y se imagina al monarca desesperado, con los pelos de punta como escarpias, llevándose las manos a la cabeza.

Cosas del lenguaje, que con una misma palabra denota realidades diferentes, porque este desaforado no se refiere a "gritos desaforados", por ejemplo, sino a la situación de no estar "aforado", que quiere decir quedar fuera de la protección de un determinado fuero.

El latín forum ha resultado una raíz muy prolífica en castellano, de ella provienen fuero, 'los tribunales de justicia'; foro, 'jurisdicción para sentenciar causas'; forense, 'del foro, relacionado con los tribunales de justicia'; foral, 'conforme a los fueros'; aforo, 'cantidad que resulta al aforar' y por ende, 'número máximo de personas que puede albergar un recinto'; la locución a fuer de, que significó primero 'con arreglo al fuero (de un lugar)' y luego 'a la manera de'; y desaforar, que es el término que nos ha traído hasta aquí.

Ya lo saben, si son de los que no se lucen al probar un vino, desquitense ahora y presuman un poco en cualquier foro.

jueves, 5 de junio de 2014

Efemérides

At the Seaside, de William Merrit Chase

Viajar a Grecia es viajar a los orígenes de nuestro lenguaje. Una vez pasado el shock de la diferencia de alfabeto y según te vas adaptando a leer como un niño, juntando letra con letra para pronunciar una sílaba y después una palabra, de repente caes en la cuenta de que esa palabra también existe en castellano, bien con el mismo significado o con otro diferente.

Veamos por ejemplo la palabra efemérides. En una estación de autobuses de Atenas me entretuve descifrando un letrero en el que ponía ἐφήμερος en lo alto de una estantería en la que se mostraban los periódicos del día.Y es que efemérides viene de efímero, 'que solo dura un día' y esa es la vigencia de los diarios, un día.

Anímense, si no saben dónde ir de vacaciones, vayan a Grecia, allí lo encontrarán todo: playas, historia, piedras, comida mediterránea, un pueblo que necesita turistas y, lo que más les asombrará, el antepasado de nuestro lenguaje.

El viaje será toda una peripecia (del griego peripéteia, 'mudanza súbita').


lunes, 2 de junio de 2014

De polvillares, bureos y curiales

Spring Landscape, de John Ottis Adams

Hoy les dejo aquí una cita que curiosamente no es de Trapiello. Procede de un libro del que Dámaso Alonso, en una carta dirigida al autor, dijo: "Has escrito, sencillamente, el libro de prosa más bello y más emocionado que yo he leído desde que soy hombre". Dan ganas de leerlo, ¿verdad? Pues empieza así:

"Sé algo de la tierra y sus gentes. Conozco aquélla en su ternura y en su dureza, he andado sus caminos, he descansado mis ojos en su hermosura. Los cierro y la tengo ante mí. Tierras duras, alberos y polvillares, breves bureos, largos curiales; aquí se riza una loma, allá se quiebra una cañada, se extiende una albina, tiembla un sisón de vuelo lento. Todo el campo vuela pausadamente. Las herrizas se coronan de cosconas, aquí una encina huérfana canta una historia. Las encinas solitarias son los dientes que le quedan al campo para mascullar una historia de montes sonoros con grandes encinas y muchas jaras, con sombras apartadas y rincones que nadie había hollado, cuando reinaba la alimaña y tenía libertad la primavera."*

He escogido esta cita no solo porque es preciosa, sino también por la cantidad de palabras que para mí son desconocidas: polvillares, bureos, curiales, albina, sisón, herriza y coscona, siete palabras en apenas un párrafo, menos mal que el libro es corto o quizás qué lástima que lo sea, la de palabras que podría aprender una.


* Muñoz Rojas, José Antonio: Las cosas del campo