viernes, 10 de octubre de 2014

Una novia

Elle et moi avec l'espace intermédiaire, de Myrtille Henrion Picco

Nunca habíamos visto en el barrio una limusina blanca tamaño mafia, de hecho nunca habíamos visto una limusina en este barrio nuevo. Los niños la miraban extrañados y los vecinos nos íbamos parando intentando adivinar el acontecimiento. A su alrededor había una docena de gitanos, trajeados ellos, con vestidos brillantes y largos ellas, todos repeinados y muy dignos. Salió la novia y apenas se la veía, menuda y escondida entre una nube de tul blanco, un compadre grababa el momento para luego verlo una y otra vez en esa televisión enorme que no apagan nunca. La novia se metió en el coche mientras las mujeres empujaban tanto vestido.

En el suelo quedaba una cesta de mimbre con un asa redonda profusamente engalanada. Dentro, unos trapos blancos bordados y llenos de puntillas dispuestos para recoger la prueba de la virginidad de la novia. Ay, las tradiciones, algunas no se acaban nunca.

3 comentarios:

  1. Tienes usted razón, las tradiciones no se acaban nunca. Es más: cada día nos esforzamos por crear alguna nueva. En la Semana Grande de Bilbao el icono es Mari Jaia, una tradición que data de... 1978. En San Sebastián, se abre la Semana Grande con el tradicional coñazo, ¡perdón!, quería decir cañonazo. Tradición que es todavía más moderna que la de Bilbao. ¡Pero qué se puede esperar de un país donde se sacralizan los Derechos Históricos! Obligaciones históricas no, por supuesto. En qué estaría yo pensando...
    Josean

    ResponderEliminar
  2. Ayyyyyy aquí se mezcla la ostentación elevada a la máxima potencia de lo hortera (se han olvidado de aquello que "menos es más") algún día te contaré, Gemma, una historia mínima de limusinas, con una tradición propia de los gitanos (yo, ni entro ni salgo, pero hay normas que están para romperse)

    ResponderEliminar