viernes, 20 de noviembre de 2015

Como estelas sin espuma

Portrait, de Catherine Goodman

No me he podido resistir a compartir con ustedes una cita que me ha parecido bellísima por varias razones: muestra un entusiasmo tan puro por el descubrimiento del progreso que es como si un niño pudiera explicar lo que siente cuando se maravilla con su último aprendizaje. Es una descripción poética y, sin embargo, tan real... Es posible que los que han nacido con un ordenador al alcance de la mano no entiendan el asombro de la narradora, pero los que hemos escrito con bolígrafo, a máquina, en máquina eléctrica... sabemos lo que supone el ordenador. Aquí les dejo con la cita.

"Nos encerramos en su cuarto y se puso delante del ordenador, una especie de televisor con un teclado, muy distinto del que me había enseñado hacía un tiempo a mí y a las niñas. Pulsó el botón de encendido y metió unos rectángulos negros dentro de unas ranuras grises. Esperé perpleja. En la pantalla aparecieron unos parpadeos luminosos. Lila empezó a escribir en el teclado y me quedé boquiabierta. Nada que ver con una máquina de escribir, ni siquiera eléctrica. Ella acariciaba las teclas grises con las yemas de los dedos y la escritura nacía en la pantalla, en silencio, verde como la hierba recién brotada. Lo que había en su cabeza, agarrado a saber a qué corteza cerebral, parecía volcarse hacia fuera por milagro y plasmarse en la nada de la pantalla. Era potencia que, aun pasando por el acto, seguía siendo potencia, un estímulo electroquímico que se transformaba de inmediato en luz. Me pareció la escritura de Dios como debió de ser en el monte Sinaí en los tiempos de los mandamientos, impalpable y tremenda, pero con un efecto concreto de pureza. Magnífico, dije. Te enseño, dijo ella. Y me enseñó, y empezaron a alargarse unos segmentos deslumbrantes, hipnóticos, frases que decía yo, frases que decía ella, nuestras discusiones volátiles que se imprimían en el charco oscuro de la pantalla como estelas sin espuma. Lila escribía, yo lo pensaba mejor. Entonces ella borraba con una tecla, con otras hacía desaparecer un bloque entero de luz, y en un segundo lo hacía reaparecer más arriba o más abajo. E inmediatamente después era Lila quien cambiaba de idea, y todo se modificaba de nuevo, en un abrir y cerrar de ojos, movimientos fantasmagóricos, lo que ahora está aquí o está allá o ya no está. Sin necesidad de bolígrafo ni de lápiz, sin necesidad de cambiar la hoja de papel ni de poner otra en el rodillo. La página es la pantalla, única, ni rastros de los cambios de idea, parece siempre la misma. Y la escritura es incorruptible, las líneas están todas perfectamente alineadas, irradian una sensación de limpieza incluso ahora que sumamos las canalladas de los Solara a las canalladas de media Campania."

Elena Ferrante: La niña perdida

1 comentario:

  1. Sí, nos deja perplejos que alguien se asombre ante lo cotidiano...

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