lunes, 15 de febrero de 2016

Los sabios que no vemos

Sin título, de Clara Gangutia

A veces este blog tiene vida propia y dicta lo que quiere que una escriba. Hoy es uno de esos días. El blog quiere que les hable de una persona extraordinaria.  Ingeniero de profesión, ha dedicado su vida a la lengua y concretamente al euskera, a pesar de que fue educado en el Colegio Alemán.

Les hablo de Mikel Zalbide, alto, serio, franco y con pelo pincho, es un erudito que se morirá sin que nadie sepa que lo fue porque la vanidad le es ajena. Es un trabajador infatigable, un investigador concienzudo, impulsor de la normalización del euskera y autor de numerosos trabajos.

Es curioso que sepamos la vida y milagros de Isabel Preysler o Belén Estebán y no sepamos la de tantas personas que se dedican a investigar, descubrir y aportar.

Estos días se está presentando un trabajo firmado por Mikel Zalbide, junto a Nikolas Gardner y Lionel Joly, en el que se desarrolla una metodología para analizar la historia de la dimensión social de las lenguas. El método hace "fotos" de distintos tiempos y espacios y es lo suficientemente flexible como para trabajar con información heterogénea y de distinto valor. Este método, que fue pensado para ser aplicado al euskera y a su peculiar historia social, ha resultado ser válido para analizar cualquier lengua, con lo que la aportación a la sociolingüística es extraordinaria.

Y sucede así que mientras los medios de comunicación se llenan de nombres que nos han perjudicado a todos, hay otras personas que pasan por esta vida de puntillas y, sin embargo, dejan el mundo mejor que como lo encontraron. Gracias Mikel.

4 comentarios:

  1. Afortunadamente esta gente es la que escribe la historia que de verdad importa.

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    1. Y además, en momentos tan pesimistas, nos devuelven la fe en la humanidad.

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  2. El post me parece muy pertinente. Además, en este caso, expone lo que la prensa debería hacer y no hace: resaltar y extender los valores de estas personas en lugar de meternos con calzador la última novia del hijo de la Pantoja, las leladas de la hija de la Preisler o la operación de cejas del tal Matamoros. Y al escribir esto, uno siente vergüenza ajena de que estas cosas ocurran en nuestro país.

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